Artículo de opinión publicado en Cincodias 20-03-2018
Ninguna Ingeniería puede saltarse Bolonia
La reforma del Espacio Europeo de
Educación Superior (EEES) trajo a España una evolución de las titulaciones
académicas acordes con el siglo XXI y el entorno mundial, pero desgraciadamente,
sigue habiendo intereses particulares que se anteponen a los generales, que pretenden
no solo desvirtuar ese nuevo modelo, sino lo que es más peligroso todavía, involucionar
al siglo XIX.
En España existen 2 niveles
profesionales en las Ingenierías, las Ingenierías Técnicas y las Ingenierías,
que algunos se empeñan en seguir llamando “superiores”, algo que no tiene
reflejo en el resto del ámbito europeo y mundial, pero sin embargo, todavía hay
quien piensa que es necesario seguir manteniendo esa singularidad, aun a costa
de los problemas de movilidad de los Ingenieros españoles.
Antes de Bolonia, existían en
España 4 niveles académicos, las titulaciones de 3 años (Ingenierías Técnicas, Arquitectura
Técnica y Diplomaturas), las de 5 años (Ingenierías, Arquitectura y Licenciaturas),
y posteriormente los niveles de Máster y de Doctorado. Con la reforma de
Bolonia se quedaron solamente 3 niveles, que son el Grado (4 años), Máster y
Doctorado, lo que suponía en efecto el unificar los 2 primeros niveles
pre-Bolonia.
Pero con las Ingeniería se ha
actuado de otro modo, ya que para seguir manteniendo esa dualidad en las
profesiones de Ingeniería por un lado, y para mantener las estructuras
universitarias por otro, se llevó a cabo lo que se suele denominar una operación
de “Ingeniería financiera” consistente en reinventar Bolonia para que las
antiguas Ingenierías se convirtiesen en Máster. La cosa no quedó ahí. En contra
de todos los criterios de unificación previstos en el EEES, se crearon ex
profeso unos títulos de Grado en Ingeniería denominados “blancos”, (sin
atribuciones ni salidas profesionales) que tienen como única finalidad el
acceso al Máster (generalista y no especialista contra lo que dice Bolonia) que
otorga la profesión de Ingeniero.
Pero la sociedad no es tonta, y
los “millennials”, menos, y rápidamente han percibido que las titulaciones de
Grado en Ingeniería son las que demandan las empresas, las que se reconocen en
el resto de Europa y en el mundo, las que dan acceso a profesión regulada y por
tanto otorgan atribuciones profesionales, y este hecho, unido a la mayor
eficiencia y rendimiento que los alumnos obtienen de los Másteres de
especialización, ha conducido al fracaso estrepitoso de la “operación
resistencia” que algunos pusieron en marcha, y que ahora pretenden resucitar
con nuevas estratagemas.
Lejos de reconocer el error y
rectificar, lo que se cierne desde algunos responsables de las Universidades
Politécnicas y avaladas por los
representantes de las profesiones de Ingeniería, aunque con intereses
distintos, es la creación de programas “integrados” de Máster en Ingeniería, es
decir, que un alumno se pueda matricular directamente en un programa que
incluye Grado y Máster, lo que vulnera por completo la legislación vigente y el
espíritu de Bolonia, pues se podría acceder al nivel de postgrado sin haber
culminado el Grado. Es como acceder al doctorado sin haber terminado el Máster,
o comenzar el título de Grado sin haber terminado el bachillerato, dejando
patente los “intereses” que priman, frente a la meritocracia que debería
definir nuestro sistema educativo.
La Universidad tiene como misión
principal generar y transmitir conocimiento, desde el que podamos tomar nuestras propias decisiones,
pero en ningún caso se trata de hacer rehenes o influir de manera indirecta en
la formación que cada uno quiera recibir. Los titulados de los Grados “blancos”
(sin atribuciones ni salidas profesionales) se ven obligados sí o sí, a
realizar los Másteres habilitantes, y no tienen posibilidad de elegir. Es como
en el cuento de las lentejas: las tomas o las dejas, pues no hay otra opción
que quedar atrapados en la telaraña universitaria.
Si ya cuesta que los jóvenes de
18 años elijan estudiar las titulaciones de Ingeniería, no solo por la
dificultad que entrañan, sino muchas veces por el desconocimiento real de las
funciones de los Ingenieros, pues imagínense cuando se les habla de profesiones
reguladas, atribuciones y todo lo demás: al final, eligen una titulación que
tiene un nombre recurrente y suena bien, y que además lleva la palabra
Ingeniería. Pero esta situación cambia conforme van pasando los años en la
Universidad y se va descubriendo el mundo de las Ingenierías, cuando unos
pueden ir de Erasmus a otros países, y cuando otros no ¡porque no tienen
homólogos! Cuando miran las ofertas de empleo y ven que su titulación no
aparece en ninguna, o que no tienen un Colegio profesional que los acoja. Es entonces
cuando empiezan a hacerse preguntas y no les gusta conocer las respuestas,
cuando ven que otros compañeros que estudian con ellos en las mismas escuelas,
acceden al mundo laboral como Ingenieros (mecánicos, eléctricos, químicos…) o
cuando pueden elegir cualquier Máster de especialización para poder seguir
formándose, y sin embargo a ellos, solo les queda el camino que alguien ha
decidido previamente en su lugar.
Y para algunos la consigna es
clara: “Hay que cubrir como sea las plazas de los Másteres en Ingeniería con
atribuciones”, y para ello, cualquier cosa vale, aunque sea a costa de coartar
la libertad de decisión, que como hemos dicho es uno de los valores clave que
ha de otorgar la Universidad a sus alumnos.
Desgraciadamente ya hay alguna
Universidad Politécnica que ha aprobado unos programas de “Máster integrados”
en las Ingenierías, que representan la involución en el EEES, y cuya legalidad
con la legislación actual y la aceptación
por la comunidad universitaria está por comprobar.
Los millennials tienen otro tipo
de valores que no pasan por ser Ingenieros “Superiores” o “Inferiores”, sino
que van más encaminados a ser los mejores Ingenieros, a disfrutar de su
trabajo, a ser útiles a la sociedad, a
sentirse realizados y sobre todo a tomar sus propias decisiones, así que por
favor, reflexionemos todos y que las decisiones que se adopten o las posturas
que se defiendan, correspondan al interés general y no al particular.
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