viernes, 12 de agosto de 2011

La ingeniería técnica industrial se mantiene, pese a la crisis, entre las más demandadas

Entrevista publicada en la Nueva España (Agost. 2011)



Desde su acceso al cargo de presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial, el pasado mes de marzo, José Antonio Galdón no ha hecho más que reclamar, junto a su equipo, lo que considera «es de justicia» para la profesión. Por un lado, es partidario del reconocimiento automático del título de grado a los ingenieros técnicos industriales en ejercicio y, por otro, promueve toda una serie de acciones encaminadas a poner en valor una titulación universitaria que, a su juicio, está resistiendo mejor la crisis que otros sectores. Ayer participó en Gijón en los encuentros de los ingenieros técnicos industriales que se celebran en la Feria Internacional de Muestras de Asturias (FIDMA).


-¿Está de acuerdo con el curso de adaptación al grado que se ha planteado para los profesionales de la ingeniería técnica?



-Ahora mismo es un disparate total la gran variedad de criterios que están utilizando las universidades para una misma profesión. En todo el territorio nacional hay diferentes pautas, desde los cursos de adaptación de 36 créditos más 12 de proyecto fin de grado hasta escuelas donde se ha programado con 96 créditos. Nosotros estamos pidiendo que haya una sintonía total en todas las escuelas y el reconocimiento de la experiencia profesional. No puede ser que un ingeniero técnico industrial de Murcia sea totalmente diferente del de Gijón.



-¿Tiene sentido que un ingeniero técnico con una trayectoria profesional reconocida vuelva a pasar por la Universidad?



-Nosotros proponemos que la obtención del título de grado sea por el reconocimiento de una experiencia profesional de 3 a 5 años. Creemos que es tiempo suficiente y ahí hay sentencias europeas que lo avalan porque lo que buscamos es la eficacia de los ingenieros. Si tienen que añadir un curso más a la formación que ya tienen es mejor que empleen ese tiempo y esos recursos en un máster o en un curso más específico para su desarrollo profesional. Ése es otro de los principios de ineficacia del sistema. Y luego tenemos el problema de que las universidades públicas no pueden absorber ahora mismo la demanda que hay para los cursos de adaptación al grado.



-¿Se han desbordado las matrículas?



-Exacto. Nosotros estamos hablando que las universidades públicas no cubren ni el 5% de la demanda. Para los ingenieros técnicos, que destacamos por la formación continua y la visión de futuro, no es admisible que se nos obligue a cursar 96 créditos, con cerca de año y medio de formación.



-¿Qué solución proponen?



-A través del Grupo parlamentario Popular se presentará una proposición no de ley en el Congreso en la que se pide una especie de proceso de transición que permita a través de una experiencia profesional de tres a cinco años el reconocimiento automático del título de grado. No podemos estar limitados a la libertad de criterio de cada Universidad. Y queremos que los grupos políticos se retraten para ver si coinciden o no con nuestra demanda.



-A la vista de lo expuesto, parece que «Bolonia» ha sido el gran fracaso para la ingeniería técnica industrial.



-No en su totalidad porque para nosotros representa algo bueno: la desaparición de los dos niveles existentes hasta ahora en la ingeniería; pero estamos en desacuerdo en la forma en que se está llevando a cabo el cambio, por la disparidad de criterios y diferencias en su aplicación. En realidad, «Bolonia» es un proceso positivo porque abre puertas a Europa.



-Tanto que ahora sus ingenieros que están marchando a Alemania.



-Nos hemos reunido con el director de la Cámara de Comercio de Alemania para ver la manera de colaborar, pero no sólo en el sentido de que nuestros ingenieros vayan allí sino que las empresas alemanas también vengan a España. En una encuesta que enviamos a los colegiados se detectó que del 10 por ciento de parados que existe en la ingeniería técnica industrial, un tercio estaría interesado en irse a Alemania. Para ello, un problema bastante serio que tenemos es el del idioma. Y eso es importante porque en Alemania el perfil más demandado es el de ingeniero técnico industrial.



-¿Qué alternativas encuentran los ingenieros que optan por salir al extranjero?



-En España carecemos de centros de investigación y desarrollo y nuevas tecnologías y queremos que nuestros titulados puedan encontrar también aquí una salida laboral. No queremos únicamente que se desplacen fuera. Es bueno que salgan al exterior. De hecho, hemos lanzado encuestas para que la Cámara de Comercio Alemana nos traslade las ofertas que hay en ese país y ver qué formación necesitan los ingenieros para irse. Para la ingeniería, Alemania es la referencia tecnológica y un ejemplo de pragmatismo en su funcionamiento. Por eso, representa el espejo en el que mirarnos.



-¿El hecho de que se haya impuesto grados especialistas y másteres generalistas les perjudica?



-Toda la oferta profesional es de un ingeniero multidisciplinar. La industria española es pequeña y precisa de ingenieros generalistas que sepan de todo. Tenemos constatado que un 62% de nuestros titulados acaba trabajando en otra especialidad que no es la suya. Al final estamos destrozando ese recurso al hacer grados especialistas. La lógica no es ésa. Para otras cosas estarían los másteres.



-¿Cómo está respondiendo la profesión a la situación económica actual?



-La nuestra sigue siendo una de las titulaciones más demandas del mercado laboral. Además, hemos detectado que el ingreso de alumnos de grado ha crecido porque se han dado cuenta de que tienen muchas salidas profesionales. Dentro de lo malo, nuestros datos de desempleo son relativamente buenos: de un paro testimonial en torno al 2,5% hemos pasado a un 8% o un 9% en la actualidad.



-¿Qué proyectos tienen en marcha desde la nueva junta directiva del Consejo?



-Estamos trabajando en un sistema de acreditación profesional que recoja la experiencia laboral y formación continua de nuestros titulados, para que se les reconozca su preparación y la sociedad pueda disponer de los mejores profesionales.



-¿Cómo ha afectado la supresión del visado obligatorio a los colegios profesionales?



-A causa de la crisis estamos detectando que se registran menos visados y también problemas de intrusismo y mala praxis, con falsificaciones de firmas en algunos proyectos, poniendo en peligro a la sociedad y al usuario. Para ello estamos adoptando medidas para que desde la Administración se puedan detectar éstas y otras incidencias.



-¿Cuál es el impacto de la Transposición de la Directiva de Servicios sobre las profesiones colegiadas?



-Si nos quitaran la colegiación obligatoria, que está pendiente de confirmar, perderíamos la representación profesional que tenemos los ingenieros técnicos industriales y también el carácter proteccionista que los colegios tienen sobre los titulados y la sociedad en general.

José Antonio Galdón Ruiz


Murciano de 36 años, José Antonio Galdón accedió el pasado mes de marzo al cargo de presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial (COGITI), una entidad que representa a 93.000 profesionales en toda España. Galdón es el ingeniero técnico industrial más joven en este puesto. Desde 2007 y hasta su elección como presidente del Consejo era decano del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Murcia. Antes había sido funcionario en el Ayuntamiento de Yecla.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La experiencia es un grado


Publicado en la Revista Técnica Industrial (Agosto 2011)

Todos hemos escuchado las expresiones que dicen “la experiencia es un grado” o “sabe más el demonio por viejo que por demonio”, y ninguna de las dos es fruto de la casualidad, sino que forman parte de la gran sabiduría popular que, a lo largo del tiempo, ha formulado dichas sentencias a partir del funcionamiento de nuestra sociedad.
Pero el valor de la experiencia no solo es sabiduría popular, sino que está presente en numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana y laboral. Así, durante el primer año tras haber obtenido el permiso de circulación, hay que llevar la “L” de conductor novel y cumplir determinadas restricciones; en las ofertas de empleo se valora la experiencia profesional, a veces de forma excluyente; en los diferentes trabajos se incrementa el salario en función de los trienios o quinquenios, y así un largo etcétera de ejemplos en los que se valora la experiencia. Y esta experiencia no solo es reconocida en el ámbito profesional, sino que confiere además valores de índole social, por cuanto aporta de conocimientos y sabiduría a quienes la poseen.
El título de este artículo también puede trasladarse a la situación actual que estamos viviendo los ingenieros técnicos industriales, y para ello es preciso introducir de forma muy breve el proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior y su implantación en nuestro país. El Real Decreto 1393/2007 es el resultado de todo el proceso de armonización de estudios universitarios en Europa, iniciado en 1999 con la Declaración de Bolonia y que trae consigo una nueva estructura de títulos universitarios, en la cual se establecen tres nuevos niveles, que son grado, máster y doctorado.
Al mismo tiempo, establece de forma muy clara que los grados han de ser titulaciones de 4 años y 240 créditos ECTS y formación generalista; los máster, una duración entre 60 y 120 créditos ECTS y muy especializados en una o varias materias, y los doctorados similares a los actuales con pequeños matices.
Una vez estructurado el sistema universitario, y sin realizar la correspondiente reforma en el sistema profesional, se liga el título académico de graduado a la profesión de ingeniero técnico y el de máster a la de ingeniero. Queda también muy claro que la titulación de referencia para el ejercicio profesional es la de graduado, y que, por supuesto, coincide con el resto de profesiones de nuestro país y de toda Europa.
A partir de aquí, el Gobierno pensaba que tenía resuelto el problema, por lo menos de forma provisional, pero no contaba con el inconformismo y la visión de futuro de nuestro colectivo, que con buen criterio y quizás también obligado por las diferentes disposiciones legales que limitan el acceso a determinados puestos de trabajo a los titulados de grado, quiere obtener la nueva titulación académica. Y es que, para acceder al grupo A1 de la función pública es imprescindible la titulación de graduado, para poder acceder al cuerpo de educación secundaria en materias diferentes a las tecnologías se exige el título de graduado, para moverse libremente por Europa sin problemas es casi imprescindible el título de graduado, y así un largo etcétera de ventajas. Todo ello, por supuesto, nos hace pensar que la nueva titulación nos incorpora al mercado de trabajo de referencia y de futuro, y no debemos perder este tren.
Ahora bien, para subirnos a este tren y obtener la titulación de Graduado en Ingeniería, estamos encontrando numerosas dificultades, propiciadas por la falta de plazas en las universidades públicas y por la gran disparidad de criterios, tanto en los contenidos académicos (desde 24 ECTS+TFG a 78 ECTS+TFG) como en el reconocimiento de la experiencia profesional (de 0 a 36 créditos ECTS), lo cual nos lleva a un total desconcierto.
He aquí el momento de buscar solución al problema y sobre todo de aplicar la lógica de la experiencia y los criterios que a su vez nos vienen impuestos desde la propia Europa a través de la directiva 2005/36. Y es que, la experiencia adquirida en nuestros respectivos campos profesionales ha de tener el adecuado reconocimiento académico, y máxime en este momento de transición en el que se hace más necesario, si cabe, el facilitar la incorporación de los titulados actuales al futuro, y evitar de esta forma el elevado coste social que ello conlleva. Pero es más, desde la responsabilidad y la coherencia, hemos de facilitar que nuestros compañeros puedan dedicar sus recursos a la realización de aquellos máster o cursos de formación que realmente les sean útiles para su desarrollo profesional o para satisfacer sus inquietudes académicas, y contribuir de esta forma a tener una sociedad mas eficiente y funcional que, entre otras cosas, es lo que nuestro país necesita.
Con el deseo y la convicción de que nuestra experiencia se convierta en un grado, os animo a seguir trabajando con la profesionalidad y el ingenio que define nuestra profesión y que hace fuerte a nuestro colectivo. Que la experiencia os guíe.

lunes, 18 de julio de 2011

El Colegio Profesional no ha de ser un coto cerrado


Entrevista publicada en CincoDias (Julio 2011)

Murciano de 36 años, desde marzo preside el consejo que agrupa a los colegios de ingenieros técnicos industriales, que suma 93.000 profesionales. Una de sus prioridades es lograr que a los ingenieros técnicos con experiencia se les reconozca el título de grado en ingeniería automáticamente.
¿En qué punto están las negociaciones con los grupos políticos?
En principio, la propuesta de proposición no de ley la vio con buenos ojos el PP y la quieren presentar ellos. Hay gran demanda social de ingenieros técnicos industriales que quieren acceder por la pasarela al grado. La universidad pública no tiene medios para hacer esos cursos pasarela entre el ingeniero técnico y el grado. Como ejemplo, en Valencia hay 2.700 profesionales interesados y la Politécnica ofrece 110 plazas. Necesitaríamos 26 años.
¿Y en las privadas?
Tienen mucha más agilidad y autonomía a la hora de organizar estos cursos y lo han visto como una oportunidad de negocio importantísima. Están haciendo pasarelas más asequibles para ingenieros que están trabajando, pero cobran matrículas abusivas. Si somos españoles y pagamos impuestos para la universidad pública, ¿por qué tenemos que recurrir a la privada?
¿Ve algo positivo en el Plan Bolonia?
Sí, que nos abre las puertas a toda Europa. No estamos de acuerdo en cómo se ha hecho la transposición en las ingenierías. Las ingenierías de grado han de ser generalistas y los másteres, especialistas. Pero aquí, para mantener la estructura anterior de ingenieros técnicos y de segundo ciclo, se ha hecho al revés.
Muchos ingenieros se van al extranjero. ¿Es inevitable?
Algo inevitable y si me apura, necesario. Si aquí trabajan de camareros prefiero que salgan para desarrollarse profesionalmente. Habrá algunos que volverán y otros no. Me voy a reunir con el director de la Cámara de Comercio Alemana para que nos traslade las ofertas que hay en ese país y ver qué formación necesitan los ingenieros para irse. Sobre todo, lingüística, donde somos muy deficitarios.
¿Se han generado demasiadas expectativas con Alemania? ¿Ve el idioma como una barrera?
Muchas empresas nos dicen que es mucho más importante el perfil que el idioma. De hecho, cuando llegan los ingenieros los apuntan a clases de alemán para que lo aprendan en seis meses. El idioma es la gran barrera de los ingenieros para salir fuera. En Alemania estamos muy valorados porque la formación técnica es de primera.
¿Hay visos de mejora del empleo en España?
No, la perspectiva es delicada. Dentro de los pocos sectores con demanda de empleo están las energías renovables y la eficiencia energética.
¿Cree que los colegios tienen que cambiar?
Por supuesto. Hemos vivido en una época en la que todo funcionaba, todo rodaba. Y una institución de este tipo es reacia a los cambios, pero hay que verlos de forma positiva porque los colegiados ya no son los de antes. Si los colegios no se adaptan a las nuevas circunstancias no van a tener credibilidad. Hay que dar otros servicios, como la acreditación profesional, convenios que faciliten condiciones ventajosas a los colegiados, mayor formación o comunicación. Hay que fomentar la participación de los colegiados en la toma de decisiones, en la presentación de propuestas, los colegios no tienen que ser cotos cerrados.

Contra los ingenieros de dos clases

¿Se da por descartada ya definitivamente la Ley de Servicios Profesionales?
Al no tener consenso parlamentario, el Gobierno la ha dejado sobre la mesa. Tenemos próximas unas elecciones. Habida cuenta de la fuerte oposición en algunos colectivos, no han querido desgastarse más. Si no viene esta ley, vendrá otra para solucionar las profesiones reguladas que tenemos en España. No estábamos de acuerdo con la colegiación no obligatoria (que proponía el borrador). Desde que entró en vigor la Ley âmnibus, que elimina el visado para muchos proyectos, sabemos de casos de falsificación de visados, intrusismo... Si no se exige la colegiación, sería mucho peor porque el cliente estaría indefenso. Pero el borrador de la Ley de Servicios Profesionales eliminaba las diferencias entre ingeniero técnico y de segundo ciclo. Esa es una reivindicación que le hemos hecho a los Gobiernos. Es rancio que haya ingenieros de primera y segunda. Ahora esto con los grados cambia por completo. Ahí la ley acertaba, otra cosa es que se eliminen las barreras horizontales dentro de la ingeniería. Eliminar las barreras horizontales, el visado y la colegiación es un disparate si se hacen las tres cosas juntas. Nuestra posición ante la ley era positiva con matices, pero se estaba pasando de un sistema muy controlado con la Ley âmnibus, en la que estaba todo muy vigilado, muy regulado y con mucha protección al ciudadano, a la desprotección total.
¿Qué efectos ha tenido la desaparición del visado?
Los colegiados siguen visando pero se está notando que siempre hay algunos que hace proyectos sin seguro, casos de falsificación de firmas de compañeros y se están falsificando visados en los colegios profesionales.